Por Juan Martín Rodríguez Caivano, CEO de Red Hook Data
La estabilidad macroeconómica, la previsibilidad y la apertura de mercados suelen aparecer como las principales preocupaciones de las empresas. Sin embargo, desde Red Hook Data hemos identificado un factor menos evidente pero cada vez más determinante en la toma de decisiones empresariales: el miedo. El miedo a hacer, el miedo a decir y, el más peligroso de todos, el miedo a equivocarse.
En nuestra experiencia con distintos modelos de negocio, mercados y consumidores, hemos observado una tendencia creciente: la búsqueda de una certeza absoluta que, lejos de generar confianza, conduce a la inacción. Muchas organizaciones se refugian en datos y análisis como una suerte de anestesia que posterga decisiones clave. En un contexto dominado por la inteligencia artificial y la tecnología, la información es un aliado estratégico, pero no puede reemplazar la responsabilidad de quienes deben decidir.
No se trata de acumular datos sin propósito. El valor real de la información radica en su capacidad de generar acción. Un dato útil es aquel que puede aplicarse de inmediato con la estructura disponible y que ofrece una visión del futuro más que una explicación del pasado. Todo lo demás es ruido, o peor aún, una forma de justificar lo que no fue.
Ante un entorno incierto, el equilibrio entre innovación y prudencia no se encuentra limitando el pensamiento a los parámetros del presente. Por el contrario, la clave está en disociar la innovación de la gestión. Los equipos que garantizan la estabilidad del negocio hoy no pueden ser los mismos que diseñan su futuro. Si el negocio de hoy no será el que pague las cuentas del mañana, entonces quienes proyectan ese futuro no pueden operar con los límites de la realidad actual.
Como decía Ingvar Kamprad, fundador de IKEA, tomar decisiones es un privilegio. Y como bien subraya Adam Grant, «aprender es el proceso de reconocer, corregir y prevenir errores». El verdadero desafío no es eliminar el riesgo, sino aceptarlo y gestionarlo. No existe certeza absoluta en los negocios, pero eso no significa actuar desde la ignorancia. La diferencia la marcan aquellos que tienen el coraje de decidir con información imperfecta.
Para un líder de negocios, decidir en escenarios de incertidumbre es parte del trabajo diario. No importa si el mercado es más o menos volátil o si la macro acompaña. Tomar decisiones es evaluar opciones y elegir el mejor camino con la información disponible. Pero tomar riesgos implica ir un paso más allá: asumir incertidumbre para lograr un salto cuantitativo. Y ese es el verdadero rol del liderazgo.
Las empresas que aún temen tomar decisiones deben entender que ninguna compañía ha nacido con la certeza absoluta de que todo iba a funcionar. La mayoría de los grandes proyectos surgieron en escenarios de incertidumbre, donde el abismo—económico, de mercado o personal—fue el motor para reinventarse, innovar y diferenciarse. La clave está en rodearse de equipos y partners que vean en ese desafío una oportunidad para destacarse y no una amenaza a su estabilidad laboral. No es un camino para todos, pero sí para aquellos que pueden encontrar satisfacción en los dolores de innovar.
El miedo paraliza, minimiza a las personas y frena el avance de las organizaciones. Enfrentar el 2025 con valentía significa asumir que el error es parte del proceso y que, lejos de destruir carreras o empresas, es la piedra angular del crecimiento y la innovación. El futuro no pertenece a quienes buscan la certeza, sino a quienes se atreven a tomar decisiones y aprender en el camino